Querido Tiempo
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Querido tiempo:
Tantas veces fanteseé con detener la inercia de tu agitada rueda. Como en un juego, frenar tus mecanismos y olvidar por un buen rato tu hipnótico túnel; congelando el silencio de tu llanura. Creía que negarte era encontrarme, como si escapar de ti fuera posible. Duré tanto huyendo de ti, que en el camino me olvidé de mí. ¡Horas y horas navegando por los pasillos de tu música infinita sin poder oírla!
Nunca nuevo y nunca viejo. ¿Quién eres tú, tiempo, que puedes escapar de ti mismo? ¿Cómo pudo el arte abrirte en mil pedazos? La asfixia de los calendarios ya vividos aún no se ha ido, ¡qué sigilosa y acumuladora la memoria, tic-tac! ¿Qué hago ahora con todo esto?
¡Horizonte vertical, horizonte abierto! Eres como el horizonte o el arco iris, que te alejas cada vez que quiero tocarte. En ti, quedan manifiestas las distancias que recorre el viento, convirtiendo la tierra en polvo. Reconozco la belleza de tu diseño. Tu silencio me habla cada vez más. Los peldaños de tu escalera son aquí mi único reloj, mi única brújula confiable. Dime, tiempo ¿eres tú ese horizonte, esa escalera?
En el despliege de tu mapa, voy descubriéndome. Todos tus pliegues se materializan en una tirada de dados, invisible matriz. Tu cuerpo nunca se arruga, pero el mío si: el cuerpo que contigo me vincula, ¡ése si que tiene vértigo! En él, se imprime la huella de tu peso. La luz lo colorea, lo presenta inocente y vulnerable, siempre cambiante. Sólo desde este cuerpo, puedo dejarme atravesar por ti y conectarme profundamente con todo lo que es. Reconozco el sentido de los límites de tu territorio, del ritmo del parpadeo, de la respiración encadenada.
Querido tiempo, soy tu hijo y soy tu padre. Me integro a vos en sagrado equilibrio. A través del sentido de tu flecha me puedo ver. Tengo mil ojos y una dirección clara. Tu forma es mi propio puente: nos estamos creando mutuamente. La creación, solo es posible contigo y a través de ti. Pongo mis manos en tus ojos, sincronizo mi corazón con tus latidos, mis frecuencias con tus ciclos y te abrazo completamente, así dejamos la ilusión de ser fugitivos. Querido tiempo, abrazándote, me hago eterno: sostengo la eternidad, mientras sigo deambulando a través de ti.
Que se cumpla en mi, todo lo que está escrito en ti. Tu rueda me eligió. Bajo tu estructura, he de desenterrar el sol de mis adentros, para dibujarle un cuerpo sólido -al fin- y así, habitar la única morada: la expresión de este momento infinito. El presente sigue siendo indestructible y se expande hasta llenarnos completamente. Todo lo que es, es en la eternidad de este instante, transformándose, en el viaje interminable.
¡Bendito tiempo, bendito silencio ondulado! La sensación de que soy yo mismo quien recorre y que tú, siempre inmóvil, estás a mi lado. La sensación de que mi movimiento ondulante sucede en tu escenario vertical congelado. ¡Ése es el vértigo!
Suspendido en el umbral de este instante infinito, me preparo para bailar contigo en cada uno de tus puntos cardinales, a oír en cada paso el murmullo del eco de tus huesos, a reír con las máscaras que tienes preparadas, en cada uno de tus portales de muerte y renacimiento.
Ya no huyo más de ti, querido tiempo. Ahora, simplemente, disfruto del vértigo.
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Ezequiel Montero Swinnen
Texto que acompaña la muestra "El vértigo del horizonte", curada por Ernesto Ballesteros.
Buenos Aires, Agosto 2018.
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Links a algunas de las series que compusieron esta muestra: Viento | Querido tiempo, texto