Indagando el arte del silencio
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Praga
A medida que transcurrían las primeras semanas del año 2010, también avanzaba la organización de su muestra Canta en silencio en el Museo Provincial de Artes. A lo largo de innúmeros encuentros, y con gran generosidad, Ezequiel fue mostrándome todas sus imágenes, tanto las visuales y tangibles como aquellas otras, también visibles, pero más pertenecientes al mundo de las ideas. Pude ver videos, como el expuesto en una de las salas del museo, que materializa experiencias engarzadas a la metáfora horizontal del rizoma. Se trata de una secuencia de gran exquisitez que impulsa la reflexión en torno a cuestiones tan contemporáneas como ancestrales. La plegaria, los mantras, el tiempo, la distancia, y quizás la experiencia misma del viaje, van murmurando en nuestro espíritu segundo tras segundo, orquestando complejidades que la sensibilidad percibe de una y mil maneras. Al respecto Ezequiel dice: “El video consiste básicamente en la filmación de dos recorridos de tren en Praga y puestos en pantalla uno al lado del otro. Testigos de un paisaje blanco y sórdido, estas imágenes cohabitan con voces en diferentes idiomas, que en una superposición cada vez más grande y abstracta hacen un obsesivo conteo del tiempo. Al llegar a 0 el conteo termina y se sucede el encuentro, justo en un puente. Luego regresa el conteo, pero en orden inverso, ya que la distancia que los separa ahora aumenta. El video se reproduce infinitamente (…) como una página en blanco que no cesa de escribirse”.
Aire sólido
La inestimable levedad de su universo me recordó una frase de Carlos Marx, que Marshall Bermang retomó en el título de uno de sus trabajos: “Todo lo sólido se desvanece en el aire”. Estas palabras, remiten a la idea misma de la evaporación, al precario destino que todo tiene, pues todo parece ser efímero y transitorio. De igual modo recordé otras palabras, como las de una canción escrita por Martin L. Gore, donde la frase Enjoy the silence (Disfruta el silencio) motoriza pensamientos fuera del tiempo y el espacio. De manera casi natural, y quizás prolongada por una charla extensa que no cesó de girar en torno al libro “El silencio primordial” del filósofo y poeta Santiago Kovadloff, pensé en sus trabajos como una serie de situaciones y palabras que rumorean el silencio de los abismos. Pensé en Zaratustra caminando a la montaña, en los atentos paseos con las que los niños recorren las sierras de Lihuel Calel; pensé, también, en los comentarios que Bachelard realiza a la acogedora sensación que otorga un rincón cuando asume el papel de hueco íntimo o puerta al cosmos (a veces ese hueco es el cosmos mismo). Pensé en la poesía de aquellos objetos que, sin dejar de ser objetos, son “otra cosa”, como los objetos que el artista resignifica y cuya existencia se expresa en nichos dotados de nueva apropiación simbólica. Pero, por sobre todo, no pude evitar pensar en el silencio, en el Silencio con mayúscula, el silencio que permanece y transgrede, el de la contemplación pero también el del revolucionario que medita realidades y propone modificaciones substanciales; el silencio de la palabra nunca alcanzada, la palabra de formas discontinuas y apariencias ni siquiera sospechadas.
Concepto
Si es que las síntesis son posibles, podrá subrayarse que Ezequiel transita el amor a la pintura, el video y la instalación desde perspectivas tan conceptuales como poéticas. Sus propuestas poseen de etéreo y sutil como de efectivo y concreto, y en cada uno de ellos hay señalamientos, indicaciones y sugerencias. Él se aleja y adentra en el mundo, y lo hace con y sin despojo, con autonomía y dependencia, y es partícipe de la condición frágil que define cada cosa, incluso a las que se suponen permanentes.
Su poética regresa a nuestros abismos, a los abismos más queridos, los de la palabra soñada y nunca escrita.
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Miguel Ángel Rodríguez
Crítico de Arte
para el Suplemento Cultural Caldenia, Diario La Arena
Santa Rosa, Mayo 2010.