Detiene el río y lo deja correr
Texto curatorial de Pausa el río
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A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos.
Jorge Luis Borges, El sur.


Meditando sobre el mar del tiempo

El tiempo corre como un río a nuestro lado; a veces es un río cercano y otras podemos sentirlo un poco desconectado de nosotros mismos. También es posible visualizarlo como olas de un ocáno mientras caminamos a lo largo de la playa en el límite de la concienca; a lo mejor está a nuestra izquierda, o tal vez a nuestra derecha. Sería imposible seguir avanzando si estuviera en frente nuestro, a menos que seamos absorbidos por su inmensidad. De hecho, a veces nos sentimos ahogados por sus caóticas corrientes. Alejarse de este océano del tiempo es imposible porque no importa cuán lejos nos vayamos siempre estará justo detrás nuestro. Si buscamos alejarnos del tiempo, probablemente nos encontremos a nosotros mismos mirando sobre nuestro hombro sólo para comprobar cuán cerca lo tenemos.

Matemáticamente, tratamos de multiplicar el tiempo para tener más de él o tratamos de dividirlo con el objetivo de ser más económicos. Lo enmascaramos con factores adicionales para ocultar el vacío y llevarlo con nosotros o lo restamos de nuestra cuenta, como cuando una fecha límite expira y todo empieza a caernos encima. Esta relación en constante movimiento y siempre cambiante, fluyendo sin fin desde un pasado desconocido y hacia un futuro también incierto, es un movimiento de dos vías que puede traernos a un diferente presente.

¿Cómo se siente el presente? Cuando uno está en el estado presente, viviendo, el tiempo no se siente. El tiempo es una construcción mental y social para ponernos de acuerdo. Pero a nivel de la percepción del ser el tiempo no existe. Cuando la estamos pasando bien, el tiempo pasa rápido, pero en otros momentos cuando estamos trabajando o aburridos, el tiempo no pasa más. Internamente no existe el tiempo, es relativo. En el momento en que te preguntas acerca de la existencia del tiempo, éste aparece en su condición de constante huída, ya es otro tiempo. ¿Existe el pasado? No, hay una memoria del pasado. ¿Existe el futuro? Tampoco, hay una proyección mental de lo que va a ser el futuro. Cuando llegamos al futuro, nunca es lo que habíamos proyectado exactamente.

Habitar con arte las contradicciones

Es en estas contradicciones lógicas donde anida con mayor comodidad la obra de Ezequiel Montero Swinnen. Pausa el río es una investigación para ir más allá del estado paradójico. Una vez aceptado que el tiempo es una construcción y que es, virtualmente, imposible de detener, Ezequiel continúa, va un poco más allá. Cruzando el umbral de lo contradictorio, intenta con diversos resortes plásticos demostrar cómo el pensamiento artístico puede desarmar contradicciones y proponer un pensamiento analógico, y por eso mismo, generar un plus de sentido antes ausente.

La exposición Pausa el río es una respiración, como promesa de detener el tiempo del pensamiento. Porque respirando a conciencia detenemos el tiempo. Es inspiración y exalación. Obras detenidas, registros de instantes demorados, ambientación auditiva en movimiento y constante fluir y una pieza audiovisual que es el entrecruce de ambos momentos, del detenido y el fluyendo. Un video en loop que sólo por un segundo se empalma con un dibujo de líneas sueltas y sintéticas, las cuales nos recuerdan (y revelan el behind de scene) los dibujos de las paredes. No es casualidad que el cruce de técnicas se dé ahí, en lo audiovisual, de hecho la propia escena es de suma importancia referencial. Es coherente, decíamos porque es el cruce de dos registros posibles para la captación del tiempo y su reiteración o suspensión: la imagen en movimiento (el cine) y la imagen congelada (el dibujo). No hay paradoja, aquella que parecía emerger de la promesa de detener el fluir (pausar el río). Pareciera que la paradoja se resuelve pero sólo dura un segundo. Es un brevísimo instante de comprensión, como el momento de claridad de la conciencia cuando logramos meditar y abrir el espacio sensible más allá de cualquier focalización, más allá de la pantalla mental. Respirando.

Quienes vengan a Bisagra a ver la segunda exposición de Montero Swinnen aquí realizada se encontrarán con una instalación de diversas piezas, todas ellas apuntando a un mismo relato poético. Dibujos de momentos pausados de pelis. Dibujo hechos con una línea decidida, constante, sin modular y en gran medida, delgada. Una línea que si fuera tomada de manera aislada, la podríamos describir como efímera, un tanto inconsistente, pero que al reunirse con otras, al describir una escena más o menos compleja, aparece con todo su cuerpo. Al mismo tiempo, el vacío como otro gran protagonista de los dibujos. En estas obras el diálogo es entre el vacío y la línea. Sería imposible hablar de negro sobre blanco o figura y fondo, no hay oposición: hay interrelación. Los espacios vacíos son tan importantes como la propia línea. De hecho, estos dibujos fueron esculpidos, desvastados. En el proceso de aparecer, Ezequiel fue quitando. Sus dibujos son una invitación al desapego. ¿Una oda al desprendimiento? Quedémonos con lo que verdaderamente importa, parece sugerinos. De las películas, eligió una escena. De cada escena, realizó el dibujo de un breve momento. De cada dibujo, fue quedádonse con lo mínimo e indispensable para evocar algo, intuitivo e inasible. Porque en definitiva la batalla ya estaba perdida de entrada. Si la búsqueda era la de detener el momento -la imagen en movimiento detenida gracias al dibujo- con la secreta esperanza de sostener el aliento y encontrar un instante que se abriera en miles, tal vez ese objetivo sea imposible de lograr. ¿Cómo detener un río que fluye, con qué medios lograrlo? Y si el río se detiene ¿sigue siendo el mismo río que antes? ¿podemos llamar río a una masa de agua detenida?.

Un momento dentro de un momento dentro de un momento

En Las mil y una noches la princesa Seherazade tiene un vital objetivo: que el faraón no se duerma nunca, porque al hacerlo sobreviene su muerte como destino ineludible. Básicamente, su objetivo es que el tiempo no transcurra, que éste no se acabe, porque con el fin llega la muerte y que nuestra cuentista intentará eludir y engañar. ¿Y cómo lo logra? con la fantasía y el arte. Los relatos que más me gustan de Las Mil y Una Noches son aquellos en los que una historia es contada dentro de otra y otra dentro de esa y así hasta el infinito, como las puestas en abismos de espejos enfrentados. Me sorprende la capacidad de plegarse del tiempo, de abrirse a un tiempo Otro, paralelo y profundo en los intersticios de otros tiempos ya dados. Una historia adentro de otra historia, un pliegue dentro de otro pliegue. Vemos así la idoneidad del arte de producir nuevos tiempos, suspender el que corre (ese que habla de un destino ineludible y no obstante, burlado). Las meta-historias, como en cada obra de Shakespeare, suelen ser los espacios en que la ficción da paso a la reflexión de una realidad que ya no pide permiso. En Hamlet, por ejemplo, la verdad de la muerte del Rey es expuesta en una obra de teatro (dentro de la propia, aunque no explícita, obra de teatro). Como el momento en que el actor mira a cámara y nos dice: "ah! uds. están ahí, son espectadores y yo, un actor, y ésta un obra de fantasía".

En ese espacio hay que pensar el tiempo detenido que propone la pausa del río. Si el río es la corriente de nuestro pensamiento, la pausa la encontramos al sumergirnos en las obras de Ezequiel.

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Mariana Rodriguez Iglesias
Curadora de la muestra
Coghlan, Agosto 2012.